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Carracedo. Monasterio imprescindible

El Monasterio de Santa María de Carracedo, es uno de tantos monasterios españoles semiderrumbados, que han sufrido una restauración (en este caso parcial), para habilitar su visita. La mezcla visual de lo restaurado con lo que sobrevive, nos conduce a sobresaltos históricos a medida que se avanza en su recorrido.




Ubicado en el Bierzo (León), data de finales del siglo X, inicialmente estuvo bajo la advocación de San Salvador, aunque todo lo construido en aquella época no se conserva nada. Almanzor lo destruyó todo en su paso hacia Santiago de Compostela.

Está considerado como el primer Panteón Real, aunque no albergó el cuerpo del rey Bermudo II, personaje que cedió los terrenos a los monjes benedictinos para edificar el monasterio. Su muerte acaeció cuando el monasterio ya había sido arrasado por las tropas de Almanzor. Ironías de la historia, la concesión de los terrenos tenían como objetivo proteger a los monjes de las incursiones de Almanzor.

En el siglo XII se rehabilitó el conjunto gracias a las concesiones y privilegios regios que otorgó la infanta Sancha Raimundez, que hasta llegó a convertirlo en Palacio Real.

El monasterio fue adquiriendo notoriedad y llegó a tener la jurisdiccionalidad sobre una decena de monasterios cercanos. Los monjes también sufrieron cambios, abandonaron la orden benedictina para convertirse a la Orden del Cister y pasó a ser Monasterio de Santa María de Carracedo. El aumento de poder, las intrigas de la nobleza y alguna que otra circunstancia histórica, llevaron al monasterio a una profunda crisis espiritual en el siglo XIV, momento en el que se recuperó el verdadero espíritu monacal, que había perdido.

Un tímido intento de restauración, a principios del siglo XIX, quedó truncado por la Guerra de la Independencia de 1808 y con la Desamortización de 1835 el monasterio entró en un profundo desgaste y ruina, sometido al abandono y pillaje. Circunstancia que se prolongó hasta que en 1988 se iniciaron las obras de restauración y consolidación de las partes que aún quedaban en pie.
De toda esta historia queda un Monasterio espectacular, creo recordar que la entrada son 4€ y que lleva su tiempo recorrerlo todo. A quien le guste la fotografía le encantará descubrir la belleza que guardan sus muros, bóvedas nervadas o la ausencia de algunos elementos de la construcción imposibles de recuperar. La señalización de las dependencias, los breves resúmenes introductorios de la vida en el Monasterio o el uso del Refectorio como centro de interpretación del propio Monasterio, inevitablemente trasladan a quien lo visite al silencio monacal y a la admiración por ciertas formas de vida casi olvidadas.


Parque Vigeland, un canto a la vida

Con más de un millón de visitas al año, el Parque Vigeland es uno de los mayores atractivos de Oslo. Se encuentra a tan solo 2km del centro de la ciudad, dando un paseo se puede llegar andando, aunque también nos acerca el tranvia nº12, en apenas unos minutos.


El parque es el resultado del trabajo de toda una vida del escultor Gustav Vigeland. Cuenta con más de 200 esculturas de bronce, granito y hierro forjado, convirtiéndolo en un gigantesco museo al aire libre.

En 1921 Vigeland y el Consistorio de Oslo llegaron a un acuerdo beneficioso para ambas partes. Se destruyó el edificio donde se encontraba el estudio del escultor para construir una biblioteca, a cambio, el Consistorio levantaría un nuevo edificio para Vigeland como vivienda y estudio. El escultor se comprometió a donar a la ciudad todo su trabajo.

Desde 1924 Gustav Vigeland se dedicó durante casi 20 años a la realización e instalación del área destinada a la exposición permanente de sus obras. Un hermoso conjunto de esculturas que simbolizan el ciclo vital del hombre, desde el nacimiento hasta la muerte.

Foto: Alfonso Navarro Táppero

El monolito es la pieza central del parque, un gran bloque de granito de unos 17m de altura esculpido con más de 100 figuras humanas desnudas y entrelazadas, que suben en espiral hacia el cielo de Oslo.

Una buena opción para visitar el parque, es dedicarle un par de horas, para poder visitarlo tranquilamente y dejarse llevar por la expresividad del conjunto.
 


Fontibre, la reaparición del Ebro

Un lugar mágico, escondido entre árboles.
En el municipio de Hermandad de Campoo de Suso, se encuentra Fontibre, un topónimo derivado del latín Fontes Iberis (fuentes del Ebro). Donde tradicionalmente se ha ubicado aquí el nacimiento del río Ebro, aunque un estudio de 1987 otorgan este nacimiento al río Híjar.


Realmente el río nace al pie del Pico Tres Mares, en Alto Campoo y recorre sus primeros veinte kilómetros como río Híjar. La mayor parte de este río desaparece bajo tierra y vuelve a aflorar en Fontibre, surgiendo bajo tierra a pequeños borbotones, dependiendo de la estación del año en que se visite.

El lugar ya aparece citado por Plinio el Viejo, como "un lugar cercano a Julióbriga" y en apariencia no hay signos de que haya cambiado mucho desde entonces. 

Hay un monumento que representa a la Virgen del Pilar de Zaragoza, sobre una columna que tiene labrados los escudos de las provincias que atraviesa el río. Desde esta perspectiva, puedes sentarte en la orilla e imaginar el largo recorrido que aún le queda al Ebro hasta su desembocadura en el Mediterráneo.

Quinta da Regaleira (Sintra)

Escondida cerca de Sintra, muchos visitan la ciudad, pero se olvidan de este fantástico lugar. Cubierto de vegetación y envuelto en numerosas leyendas e interpretaciones, la Quinta da Regaleira permanece semioculta a las hordas de turistas, conservando el halo de misterio que lo envuelve.



Fue mandado construir, a principios del siglo XX, por Antonio Augusto Carvalho Monteiro, brasileño de padres portugueses. Heredó la fortuna familiar y volvió a Portugal donde adquirió la finca. La Quinta es el resultado de los deseos de su dueño, que quiso construir un gran espacio, para vivir rodeado de todos los símbolos que reflejasen sus intereses e ideologías. 

El arquitecto y escenógrafo, Luigi Manini, fue el elegido para dar forma a los sueños y bocetos de Monteiro. El resultado es un regalo para los sentidos, repartidos en cuatro hectáreas de vegetación y decoración.

Recorriendo los jardines aparece disimulada la entrada a la parte más impresionante de la Quinta. El pozo iniciático, cargado de misterio y simbología. A modo de torre invertida lleva al interior de la tierra. Accedes al interior de una espiral de descenso, formada por nueve anillos, que recuerda a la Divina Comedia de Dante.
En el fondo aparece incrustado en mármol rosa una cruz templaria, sobre la rosa de los vientos, que era el escudo heráldico de Monteiro, un guiño más a la ideología de su dueño.


Desde allí salen numerosas grutas laberínticas, algunas ni siquiera están abiertas al público. Unas iluminadas por un cordel de neón, otras permiten experimentar el deseo inicial de Monteiro cuando las diseñó, al permanecer oscuras a nuestro paso. Por aquí se vuelve al jardín, donde sorprende el orden inicial para acabar convertido en un caos de vegetación, aparentemente sin ningún orden, pero sigue un planteamiento perfectamente medido e ideado, con el objetivo de evocar el primitivismo.


La vegetación es el componente perfecto para enmarcar esta obra de arte, lo autóctono se mezcla con las plantas traidas del resto del mundo, para abrazar el conjunto de un sueño plasmado en esta Quinta de Sintra.

Scala dei Turchi (Escalera de los Turcos)

Basta con alejarse un poco de los circuitos convencionales y trillados que ofrece Sicilia, para encontrar este pequeño y fabuloso rincón a menos de 20 km de Agrigento. Según cuentan, el nombre procede de las antiguas incursiones que realizaban los piratas turcos, usando estos acantilados para proteger sus naves del viento.


Un acantilado natural, donde lo más llamativo es el color de la piedra calcárea y arcillosa, un blanco casi puro, una piedra modelada durante siglos por el viento y el agua, hasta llegar a formar grandes escalones naturales que invitan a escalarlos.

Se trata de un rincón sólo accesible si vas en coche. La carretera que lleva al destino contribuye al brutal contraste que existe entre el paisaje general de Agrigento y este acantilado paradisiaco. En Agosto, mes en el que estuve, no es fácil aparcar ni cerca del acceso a la playa. Hay que hacer un descenso hasta la playa y luego un paseo de 5 minutos hasta llegar a la montaña blanca. 


La sensación al subir es extraña, por las formas redondeadas que tiene, aparentemente parece que la superficie vaya a ser blanda, así que al poner el primer pie para subir, pisas con cuidado como si fueras a hundirte dentro de la masa blanca. Además de las formas creadas a capricho por la naturaleza, están las inevitables marcas de las personas que consideran gracioso tallar sus nombres en la piedra. Afortunadamente, el aire y las propiedades de este tipo de piedra, hacen que no perduren demasiado.

La peregrinación a la cima, empieza cuando el sol está a punto de caer. El atardecer regala vistas espectaculares desde el punto más alto y accesible. Sin duda, un rincón imprescindible.

Flamsbana, un descenso hacia los fiordos

Viajar en tren es para mi, uno de los mejores medios de transporte. Tiene un encanto especial, bañado en una capa de recuerdos infantiles y postadolescentes que envuelven sus recorridos de un sentimiento de aventura y diversión.
Cuando viajas por Noruega y recorres su interior, es inevitable caer en la tentación de usar la linea de Fecorrail de Flam, conocido como el Flamsbana, una perfecta obra de ingenieria que te venden por todas partes.


Realiza uno de los recorridos más escarpados del mundo, salvando una pendiente del 55%. En poco más de 20 km de recorrido y con una duración de 60 minutos. Considerado desde su inauguración (1940), como un verdadero logro de ingeniería, por el desnivel que salva. Acabado 20 años después de que empezara su construcción, inicialmente esta línea se pensó para facilitar el transporte de las mercancías que llegaban por barco hasta la estación de montaña de Myrdal, donde conectase con la línea regular entre Oslo y Bergen, como sigue haciéndolo todavía hoy.



El paisaje es espectacular, por muchos recorridos que lleves en tren por aquel país. El interior de los vagones, sigue guardando su apariencia de los años cuarenta del siglo XX, y junto a la velocidad media 40km/h, consigue un efecto cinematográfico. Eso si consigues abstraerte de las ráfagas de las cámaras de fotos que saturan el vagón en los meses de verano.

La frecuencia de los trenes es numerosa en temporada alta, desde Mayo a Septiembre con 10 salidas. El precio es otra historia, 35 euros el billete sencillo y casi 50 el combinado de ida y vuelta (precios y horarios). Es posible encontrarlo lleno, ya que muchos paquetes vacacionales lo incluyen en su oferta.

Respecto a los puntos de salida. Myrdal no llegué a conocerlo, yo hice el trayecto en tren desde Bergen a Myrdal, para cambiar corriendo de tren y subirme al Flamsbana. Flam, es un pueblo ubicado en el fiordo de Aurland, pero es más turístico que pintoresco. Con la cantidad de pueblos por descubrir de Noruega, mi estancia en Flam, duró lo que tardamos en comer y llegar el autobús que nos llevara hacia el interior de los fiordos.