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Quinta da Regaleira (Sintra)

Escondida cerca de Sintra, muchos visitan la ciudad, pero se olvidan de este fantástico lugar. Cubierto de vegetación y envuelto en numerosas leyendas e interpretaciones, la Quinta da Regaleira permanece semioculta a las hordas de turistas, conservando el halo de misterio que lo envuelve.



Fue mandado construir, a principios del siglo XX, por Antonio Augusto Carvalho Monteiro, brasileño de padres portugueses. Heredó la fortuna familiar y volvió a Portugal donde adquirió la finca. La Quinta es el resultado de los deseos de su dueño, que quiso construir un gran espacio, para vivir rodeado de todos los símbolos que reflejasen sus intereses e ideologías. 

El arquitecto y escenógrafo, Luigi Manini, fue el elegido para dar forma a los sueños y bocetos de Monteiro. El resultado es un regalo para los sentidos, repartidos en cuatro hectáreas de vegetación y decoración.

Recorriendo los jardines aparece disimulada la entrada a la parte más impresionante de la Quinta. El pozo iniciático, cargado de misterio y simbología. A modo de torre invertida lleva al interior de la tierra. Accedes al interior de una espiral de descenso, formada por nueve anillos, que recuerda a la Divina Comedia de Dante.
En el fondo aparece incrustado en mármol rosa una cruz templaria, sobre la rosa de los vientos, que era el escudo heráldico de Monteiro, un guiño más a la ideología de su dueño.


Desde allí salen numerosas grutas laberínticas, algunas ni siquiera están abiertas al público. Unas iluminadas por un cordel de neón, otras permiten experimentar el deseo inicial de Monteiro cuando las diseñó, al permanecer oscuras a nuestro paso. Por aquí se vuelve al jardín, donde sorprende el orden inicial para acabar convertido en un caos de vegetación, aparentemente sin ningún orden, pero sigue un planteamiento perfectamente medido e ideado, con el objetivo de evocar el primitivismo.


La vegetación es el componente perfecto para enmarcar esta obra de arte, lo autóctono se mezcla con las plantas traidas del resto del mundo, para abrazar el conjunto de un sueño plasmado en esta Quinta de Sintra.

Scala dei Turchi (Escalera de los Turcos)

Basta con alejarse un poco de los circuitos convencionales y trillados que ofrece Sicilia, para encontrar este pequeño y fabuloso rincón a menos de 20 km de Agrigento. Según cuentan, el nombre procede de las antiguas incursiones que realizaban los piratas turcos, usando estos acantilados para proteger sus naves del viento.


Un acantilado natural, donde lo más llamativo es el color de la piedra calcárea y arcillosa, un blanco casi puro, una piedra modelada durante siglos por el viento y el agua, hasta llegar a formar grandes escalones naturales que invitan a escalarlos.

Se trata de un rincón sólo accesible si vas en coche. La carretera que lleva al destino contribuye al brutal contraste que existe entre el paisaje general de Agrigento y este acantilado paradisiaco. En Agosto, mes en el que estuve, no es fácil aparcar ni cerca del acceso a la playa. Hay que hacer un descenso hasta la playa y luego un paseo de 5 minutos hasta llegar a la montaña blanca. 


La sensación al subir es extraña, por las formas redondeadas que tiene, aparentemente parece que la superficie vaya a ser blanda, así que al poner el primer pie para subir, pisas con cuidado como si fueras a hundirte dentro de la masa blanca. Además de las formas creadas a capricho por la naturaleza, están las inevitables marcas de las personas que consideran gracioso tallar sus nombres en la piedra. Afortunadamente, el aire y las propiedades de este tipo de piedra, hacen que no perduren demasiado.

La peregrinación a la cima, empieza cuando el sol está a punto de caer. El atardecer regala vistas espectaculares desde el punto más alto y accesible. Sin duda, un rincón imprescindible.

Flamsbana, un descenso hacia los fiordos

Viajar en tren es para mi, uno de los mejores medios de transporte. Tiene un encanto especial, bañado en una capa de recuerdos infantiles y postadolescentes que envuelven sus recorridos de un sentimiento de aventura y diversión.
Cuando viajas por Noruega y recorres su interior, es inevitable caer en la tentación de usar la linea de Fecorrail de Flam, conocido como el Flamsbana, una perfecta obra de ingenieria que te venden por todas partes.


Realiza uno de los recorridos más escarpados del mundo, salvando una pendiente del 55%. En poco más de 20 km de recorrido y con una duración de 60 minutos. Considerado desde su inauguración (1940), como un verdadero logro de ingeniería, por el desnivel que salva. Acabado 20 años después de que empezara su construcción, inicialmente esta línea se pensó para facilitar el transporte de las mercancías que llegaban por barco hasta la estación de montaña de Myrdal, donde conectase con la línea regular entre Oslo y Bergen, como sigue haciéndolo todavía hoy.



El paisaje es espectacular, por muchos recorridos que lleves en tren por aquel país. El interior de los vagones, sigue guardando su apariencia de los años cuarenta del siglo XX, y junto a la velocidad media 40km/h, consigue un efecto cinematográfico. Eso si consigues abstraerte de las ráfagas de las cámaras de fotos que saturan el vagón en los meses de verano.

La frecuencia de los trenes es numerosa en temporada alta, desde Mayo a Septiembre con 10 salidas. El precio es otra historia, 35 euros el billete sencillo y casi 50 el combinado de ida y vuelta (precios y horarios). Es posible encontrarlo lleno, ya que muchos paquetes vacacionales lo incluyen en su oferta.

Respecto a los puntos de salida. Myrdal no llegué a conocerlo, yo hice el trayecto en tren desde Bergen a Myrdal, para cambiar corriendo de tren y subirme al Flamsbana. Flam, es un pueblo ubicado en el fiordo de Aurland, pero es más turístico que pintoresco. Con la cantidad de pueblos por descubrir de Noruega, mi estancia en Flam, duró lo que tardamos en comer y llegar el autobús que nos llevara hacia el interior de los fiordos.